miércoles, 21 de julio de 2021

'Eterna de nuevo'

 por Laura Faba Tejada


No había estado en ese lugar desde hacía años, y aun así se acordaba de cada pequeño detalle. Caminaba a través del paseo de rocas en la costa, las olas rompiendo a los lados de la pasarela de piedra mientras se acercaba al faro. Era un día frio de primavera, el viento soplaba con furia a su alrededor y las nubes anunciaban una tormenta inminente; ni la temperatura ni sus sensaciones se parecían a las de la última vez que estuvo allí.

En cuanto llegó al pueblo esa misma mañana, comenzó a recordar los días que pasó con sus amigos, muchos años atrás, cuando aún se sentían infinitos. Si se concentraba aun podía rememorar el camino que hicieron en coche desde su ciudad hasta allí, plagado de charlas y risas, con alguna canción de los ochenta que tanto les gustaba sonando de fondo en la radio, y la cálida brisa veraniega entrando por las ventanas abiertas. Tambien recordaba el piso que alquilaron para pasar esas vacaciones, y aunque no podría repetir los pasos exactos que hicieron todos los días para llegar a la playa, sabía que no llegaba a los diez minutos caminando. Por mucho que se esforzara no podía visualizar todos los detalles de ese viaje con exactitud, pero sabía que hubo muchos días de playa con cervezas y juegos de cartas, fotos infraganti y bromas. Llevaron a cabo numerosas expediciones hasta el faro hacia el que ella misma se acercaba en ese momento, mientras veían las puestas de sol y hablaban de todo y de nada a la vez. Hicieron algunas excursiones al centro del pueblo en bici, comieron sándwiches de calidad cuestionable, ensaladas de pasta, y helados, muchos helados. También se acordaba de sus noches allí, con un poco bastante de alcohol llenando sus madrugadas, música, bailes descoordinados y más risas. Y, después de todo lo que había vivido tras esas semanas, podía confirmar que aquel verano también vivió el amor más puro que sentiría nunca.

Llegó al faro mientras divagaba sobre su pasado y, al sentarse en las rocas, con los pies tan cerca del mar que se mojaban con gotas ocasionales a causa del oleaje, pareció transportarse a la última tarde que pasó allí. Recordaba estar sentada exactamente igual que en ese momento, pero en compañía de sus mejores amigos. A diferencia de las vistas de un cielo nuboso y oscuro que tenía en ese momento, años atrás estaban mirando la puesta de sol y cómo las ultimas luces del atardecer salpicaban el agua con sutiles tonos anaranjados.

–Voy a echar de menos todo esto, ¿sabéis? –fue ella misma la que expresó lo que todos pensaban en esos últimos momentos de su verano en común– No solo este viaje, sino que podamos pasar tiempo juntos, en general…

Todos eran conscientes de que después de esas semanas juntos no sería tan fácil verse ya que, inevitablemente, los caminos del grupo se separarían al empezar la vida adulta. Por ello decidieron pasar los últimos días de sus vacaciones juntos, lejos de todo y con tiempo suficiente para disfrutar de su compañía. Pasaron unos días inolvidables que llegaban a su fin. Aseguraron que se seguirían viendo, quizás no tan a menudo como acostumbraban, pero no perderían el vinculo tan fuerte que les unía. Incluso hicieron el pacto de reservarse algún día cada mes para poder verse y ponerse al día de sus respectivas vidas nuevas. Seguirían viéndose, esa era la frase que mas repitieron esa noche para convencerse de ello.

Mientras observaba el cielo lluvioso y el faro desierto, pensó como el tiempo terminó por romper aquella promesa de juventud. Al principio procuraban verse siempre que podían y así no olvidarse de su pacto, pero los años y el transcurso de sus vidas por separado hizo muy complicado que continuaran viéndose todas las semanas. De un momento a otro, sin saber muy bien cómo habían llegado a ese punto, pasaban los meses sin que consiguieran coincidir, y eventualmente dejaron de intentarlo. Se instaló un nudo en su garganta, estaba triste y nostálgica al rememorar todo aquello en soledad, con la única compañía de esos sentimientos que había tenido tan recurrentemente esos últimos meses. Suspiró con pesadez y, cuando estaba a punto de marcharse por miedo a que le cayera una tormenta en medio de la playa, unos tenues rayos de sol se abrieron paso entre las nubes y rozaron su rostro sutilmente.

Y fue en ese mismo momento cuando se dio cuenta de que no debía recordar aquella experiencia como algo que había perdido para siempre, sino todo lo contrario, eran unos recuerdos que nunca le abandonarían. Volver al sitio que había sido un refugio para ella, donde había pasado uno de sus veranos más agradables y divertidos, le hizo comprender que en la vida pasas por ciertas experiencias que nunca te abandonan, por mucho tiempo que transcurra. Sabía que esa época con los amigos de su juventud nunca se le olvidaría, y podía decir a ciencia cierta que fue el verano en el que se sintió eterna. Sí, ese fue el verano de su vida.  




#elveranodemivida, concurso organizado por Zenda e Iberdrola 

'Eterna de nuevo'

  por Laura Faba Tejada No había estado en ese lugar desde hacía años, y aun así se acordaba de cada pequeño detalle. Caminaba a través del ...